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Las Historias de Lukas (1994) - Episodio 9


Llega la escena más icónica de mi adolescencia. La escena que, más que porno, es un verdadero homenaje al sexo oral, juas. Pasen y vean... para aprender.

Cuando yo vi esta película, ya era una película vieja, jeje. Sin embargo, sus protagonistas principales (como todos sabemos) pertenecen a esa casta de inmortales cuyos nombres ya están grabados en el ADN de cuanto gay pueda apreciar la calidad del buen porno.

      

La unión de Lukas Ridgeston y Johan Paulik en una misma escena fue uno de los aciertos más trascendentales del viejo GD. La química entre ellos ha sido pocas veces igualada y marcó un antes y un después en la historia del porno internacional.

La voz en off de Lukas nos cuenta que la acción transcurre al día siguiente de la gran fiesta en el atracadero y también nos pone al tanto de sus intenciones de no desaprovechar la oportunidad para coger con su amigo Johan.

El resultado no podía salir mejor.

            

            

            

            

            

            

Vuelvo a ver la película veinte años después y me asalta el mismo cosquilleo en las partes bajas ya desde el inicio de los besos.

Para un chico inexperto como era yo por ese entonces, el modo en que Johan y Lukas se comen la boca en esa especie de pasadizo oscuro fue toda una revelación. Es una escena por demás didáctica que miles de gays alrededor de todo el mundo han desaprovechado a la hora de aprender sobre el goce.

            

            

Imagino que debió ser un trabajo conjunto entre Johan, Lukas y el mismísimo GD, ya que la acción no deja lugar a sutilezas. Es una maravillosa oda a la lengua, ese órgano imprescindible a la hora de dar verdadero placer y que, sin embargo, nadie considera como un órgano sexual, juas.

Si las sociedades humanas no se sustentaran en ideologías pergeñadas por malcogidos, expresiones como "tener un buen manejo de la lengua" no deberían remitirnos a un correcto uso del lenguaje sino a la capacidad de hacerte volar con tan solo una mamada.


            

            

            


            

            

            

            

            

            

            

            

            

            

Así pues, las lenguas de estos dos son serpientes benignas que se mueven en la penumbra de las fauces y encienden el deseo de todo aquel que pueda percibir su magia.

Son lenguas que saben encender la ansiedad de otras lenguas pero también de las vergas que caigan en su hechizo. Porque, si hablamos de una buena mamada, no podemos ignorar la imprescindible participación de una lengua.


            

            

            

            


            

            

            


Porque el lenguaje (siempre tergiversado por represiones mojigatas) nos engaña al declarar que el sexo oral consiste en "chupar". ¡Lo más maravilloso del sexo oral es LAMER! Y ya en aquellos años de la década del 90, Johan lo sabía muy bien, a pesar de su corta edad.

La morosidad y la dedicación con que Johan lame la pija de Lukas en esta escena siguen siendo, aun hoy que han pasado casi treinta años, la demostración más cabal de que la homosexualidad no es pecado. ¡Nadie que pueda generar tanto placer y bienestar (tanto en su compañero inmediato como en sus espectadores a través del tiempo y las pantallas) puede estar haciendo algo digno de reproche!

Pero si hay algo que merece ser aun más destacado en esta mamada de la que hablo, eso es la inequívoca reivindicación que Johan hace del prepucio.

            


            

            


            

¡Señores! ¡El prepucio existe! ¡Sépanlo! Y es tan merecedor de nuestra atención como el que más. Johan lo supo siempre y así lo dejó evidenciado en su trabajo. Lamentablemente, no todos los gays que vieron la película supieron decodificar el mensaje y, así, llegamos a nuestros días en que no son pocos los que ruegan por la eliminación evolutiva del abrigo natural que se le ha dado al glande.

En mis años de trabajo como escort, no han sido pocas las veces en que el cliente valoró (incluso monetariamente) la peculiar atención que yo le otorgaba al prepucio, así como también a la activa participación de mi lengua. Porque al comerse una verga, chupar no es suficiente. Y se nota la diferencia.


            

            

            


            

            

            

            


            

            


            

            

            


            


            


            

            

            


Lukas también sabía hacerlo. Pero debo reconocer que la superioridad de Johan en estas lides es incuestionable. Un Johan al que, por otra parte, siempre se lo ha elogiado por su hermosura, por su precioso aspecto de eterno adolescente y por sus inobjetables talentos sexuales, sin que se posara la atención sobre la belleza de su pene, sólido y consistente. ¡Reivindiquemos el pene de Johan!

            


            

            


            

            

            

            


            

            

            


      


            


            

            


            


            

            

            

            


            

            

            

            

            

            

            

            

            

            

            



Los lechazos de ambos son una gloria.

Puedo ver esta escena una y otra vez sin aburrirme. Nunca pierde la magia. Porque lo aquí se ve trasciende lo meramente físico.



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Comentarios

  1. ¡Ahora es un clásico entre los clásicos de Belami!

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    1. uno lo ve más por ver a los primeros actores de Belami, al comienzo de su aventura, que por el sexo mismo.

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  2. Un clásico donde los haya... No si a los más jóvenes les gustaría esta escena, pero a mi sigue poniendo a cien...

    Besos y abrazos

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