Discordia (2da Parte)



Segunda parte del tercer episodio y todo se desarrolla como estaba previsto, jajajajajaja.



      

      

      

      



      



      




Suele decirse que la venganza es un plato que se sirve frío. Pero está claro que Sam es un chico un tanto ansioso... Y a nuestro juicio, bastante pelotudo, jajajajaja.

¡Mirá que ir a curtirse justo a Enzo! ¡Habiendo tantos chonguitos lindos en la serie! ¡Y más inteligentes! (¿Se nota mucho que no nos cae bien Enzo? jajajaja).

El caso es que Sam ha estrenado cornamenta y ha reaccionado tal como se esperaba. Eso de dar por hecho que el amor es un certificado de propiedad de la persona amada es un mal hábito social que, lejos de extinguirse, cobra fuerzas aun entre las nuevas generaciones. Uno esperaría que la evolución hiciera su trabajo, pero parece que las ideas de Darwin a veces vienen lentas.

La primera vez que serví como objeto de venganza, yo (ZekYs) tenía 18 añitos recién cumplidos. El señor en cuestión me había levantado en la esquina de Marcelo T. y Azcuénaga. Noche de junio muy fría. Yo con una campera de cuero negra hasta la cintura y unos jeans celestes bien ajustados para resaltar el culo. Dentro del auto, la calefacción encendida y el cliente con un sobretodo negro, solapas levantadas y lentes oscuros a pesar de la hora. Pactamos el precio y fuimos hasta un pasaje solitario de las cercanías. Él quería un "servicio rápido" (esas fueron sus palabras). Nada de besos, ni caricias,"ni pérdidas de tiempo". Sin que yo pidiera detalles, como entre dientes me farfulló algo así como que él también tenía derecho a una "cana al aire". Sin embargo, a pesar del franeleo y la mamada, la pija no se terminaba de despertar. Yo como si nada. El que pagaba era él. Pero el tiempo pasaba y su herramienta se negaba a ponerse a punto. Me pidió que me desnudara y nada. Me manoseó las nalgas y todo el cuerpo, cuanto quiso... y nada. Por un precio extra, accedí a que me sacara unas fotos, pero como el extra por fotos sin censura le pareció excesivo, me cubrí el rostro con las manos, en poses que seguro al final mejoraron la calidad artística de las tomas, je. Y nada.

Llevábamos un buen rato y el tipo seguía sin poder metérmela. Yo tranqui. Él, cada vez más impaciente. Y cualquiera sabe que las pijas parecieran tener voluntad propia, de modo que, cuando uno más las presiona, ellas más se empacan.

Al final me tiró otro billete a cambio de que me pajeara sobre su sobretodo. Fue fácil. Le dejé una mancha  que bien podía ser fruto del descuido. Después me vestí y me bajé del auto. Amablemente, él se había ofrecido a llevarme de nuevo a la parada, pero no quedaba tan lejos y preferí caminar.

Las idioteces que algunos son capaces de hacer para limpiar su orgullo de macho herido...

      

      



            

            

            


            

            

            


            

            

            


            

            

            


            

            

            


            

            

            


            

            

            


            

            

            


            

            

            


      


      

            

      







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Comentarios

  1. En mi opinión, hay demasiada trama. Ojalá hubiera menos historia y más sexo.

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  2. Ya sé que es cultural esa necesidad de posesión que los heteros llaman fidelidad. Eso solo tiene sentido para garantizar que los hijos de la esposa son del esposo. Confundir la fidelidad con la exclusiva en el sexo, es confundir el sexo con el amor. Me sabe mal que los homosexuales cuyas relaciones sexuales no tienen una finalidad reproductiva, caigan en esa trampa cultural.

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